lunes, 9 de abril de 2007

Una estupenda broma: "Notas de Cocina de Leonardo da Vinci", tomadas del Codex Romanoff


No deseándolo es inevitable hablar del asunto. Me parece un extraordinio engaño, del que han sido cómplices editores, un crítico verdadero Carlos Capel (escritor de El País), dos estudiosos inexistentes de la vida de Leonardo da Vinci y uno o varios autores que permanecen en la comodidad del anonimato. Se trata del “Códice Romanoff”, aparecido en 1987 en español con el título “Notas de Cocina de Leonardo Da Vinci” tan cercano obviamente al éxito internacional de aquel bodrio, más burdo engaño que éste, el tomhanksiano“Código da Vinci”. Lo curioso del caso es que hasta la fecha existe una postura idelista, de esperanza porque las notas gastronómicas de da Vinci sean verdaderas a pesar de que el maquillaje es tan insuficiente como inverosímil y estudiosos serios de la gastronomía se han tragado el anzuelo.

La leyenda reza que el Codex Romanoff fue descubierto en 1981 y que llegó a Rusia junto con la Madonna Litta, comprada por el zar Alejandro II a la familia Visconti de Milán en 1865. también se dice que Madonna y Codex se conservan en el Hermitage de San Petersburgo (el museo ha negado poseerlo). Una nota literaria lo presenta así: “Este trabajo, es una copia que yo, Pascuale Pisapia, realicé del manuscrito de Leonardo Da Vinci que se halla en el museo Ermitage de Leningrado”. El tal Pisapia parece que existió y hay una calle con su nombre en la pequeña ciudad de Gesualdo en Avellino de Campania ¿Será el bromista original? ¿Habrá otros cómplices?

El ingenio recurre a proponer fechas precisas y lugares verdaderos al lado de disparates en verdad originales (esa fusión realidad-fantasía). No es necesario ser especialista en historia del Renacimiento o en la vida de da Vinci para darse cuenta de su falsedad. Un ejemplo:

De los modales en la mesa de mi señor Ludovico y sus invitados. La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados a su mesa, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas de grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropia del tiempo y la época en que vivimos. Además, cuando se recogen las bestias tras el banquete y se llevan al lavadero, su hedor impregna las demás ropas con las que se los lava. Tampoco apruebo la costumbre de mi señor de limpiar su cuchillo en los faldones de sus vecinos de mesa. ¿Por qué no puede, como las demás personas de su corte, limpiarlo en el mantel dispuesto con ese propósito?

Otro más, ingenioso:

Cómo disponer a los comensales en la mesa: Si para la comida hay planeado un asesinato, es claro que se debe ubicar al asesino en las cercanías de su víctima (si a su izquierda o a si derecha, esto depende del metodo que emplee el asesino), dado que de este modo se interrumpirá menos la conversación, al mantenerse la acción cincunscripta dentro de un pequeño sector. La fama de Ambroglio Descarte, asesino principal de Mi Señor Cesar Borgia, radica en la habilidad para llevar a cabo su cometido sin que ningún comensal lo note, con excepción de su victima. Una vez que el cadáver (y, si las hay, también las manchas de sangre) ha sido retirado por los sirvientes, lo usual es que el asesino abandone también la mesa, dado que, algunas veces, podría su presencia perturbar la digestion de aquellos que estan sentados cerca suyo. Para la ocasión, un buen anfitrión siempre tendrá pronto un nuevo invitado que permanecerá esperando fuera hasta que llegue el momento de pasar a integrar la mesa

El libro es ameno, su sentido del humor grotesco. Leerlo es refrescante, creerlo una verdadera estupidez

1 comentario:

  1. Hola, buenas noches. Con todo respeto me deja muy insatisfecho sus comentarios o criticas en cuanto a la veracidad o autenticidad el "Codex Romanoff". Si usted es un experto en el tema, me deja ignorante al respecto pues no veo que argumente nada que sustente sus criticas. Le agradecerìa que fuera màs explicito, puesto que soy un neofito con ganas de aprender un poco màs. Gracias y una vez disculpe.

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